Presentación de la 2ª parte. Motivación. Invitación.
La primera parte del congreso estuvo dedicada de forma especial a recibir y ahondar en los puntos fundamentales que propone el Magisterio vivo del Papa Francisco en materia de educación para la nueva época que nos envuelve. La presencia de Mons. Zani, Arzobispo Secretario de la Congregación para la Educación Católica, estimuló a sintonizar con el pensamiento actual en materia educativa; providencialmente el mismo congreso se realizó también a los pocos días del lanzamiento del “pacto” educativo por el Papa.
La primera parte la denominamos: “fundamentos de la educación”; y sirvió para armonizar tradición e innovación en fidelidad a la verdad de la persona y de la educación. Sus conclusiones apuntaron a la centralidad de la persona, y a la necesidad de reconducir los itinerarios educativos hacia un humanismo solidario.
Esta segunda parte aglutinará el contenido más original del congreso y el verdadero reto del mismo, para ello pretende concretar la aplicación del pensamiento cristiano a los itinerarios educativos con el fin que la persona reconstruya su ser personal en todas sus dimensiones (mente, corazón y manos -acción-) y fomentar así el compromiso social como garantía de antropología abierta al otro y a la trascendencia. Con ello se propone hoy la construcción de un hombre que piense abiertamente en la búsqueda de la verdad; que esté abierto al descubrimiento del Absoluto; y que desarrolle su propia vocación de una forma solidaria y fraterna. Todo ante el reto de la evangelización de la cultura, en la Europa actual, que propone rescatar la racionalidad, la cuestión del sentido, y la significatividad de Dios.
El congreso nos va a llevar ahora al aula como lugar del “encuentro” del docente con el alumno: ahondaremos en los fines de la educación -el verdadero humanismo en educación-; en la constante revisión y renovación que necesitan nuestras programaciones desde opciones pedagógicas y metodológicas para que desarrollen la propia misión formativa; y en la figura del docente como acompañante de toda una acción educativa integral hacia la meta que se propone.
El congreso desde su primera fase ha generado ya un espacio de comunión eclesial de colegios católicos y educadores; y será ahora sin duda un punto de encuentro para compartir experiencias probadas de los distintos participantes inmersos en la transformación que la educación exige en el nuevo contexto globalizador.
El congreso apuntará a construir unidos un futuro de esperanza y de paz, y definirá unas conclusiones que inspiraran en los años próximos años nuestra pastoral diocesana.
Objetivos “en actualidad” de la segunda parte del Congreso
Contenido de la segunda parte del Congreso. Presentación.
Contenido que hemos ido articulando progresivamente en continua reflexión hasta perfilar, tras la primera parte de “fundamentos”, en cinco núcleos o líneas de desarrollo.
La primera, está centrada en la concepción de la escuela y en los fines de la educación. Reto de la evangelización en el momento actual es acompañar a cada persona en el proceso de su maduración, para ello, la escuela cristiana tiene una meta: proponer a Cristo como modelo de ser persona. Constatamos que el momento de crisis evangelizadora que vivimos, responde a una crisis de “itinerarios educativos” integrales -intelectuales-humanísticos-espirituales- que aúnen el ser del hombre, -su mente, sus afectos, y sus comportamientos-, como lo expresa bien el Papa Francisco desde sus primeras intervenciones en el campo educativo.
Tras una ponencia marco, que nos hable de la escuela cristiana como alianza del hombre con Cristo, seguirán experiencias en torno a: la concepción de la acción tutorial como acompañamiento del alumno en la elaboración de su propio proyecto personal de vida -en clave de cultura vocacional-; al cuidado de las acciones específicas de espiritualidad singular cristiana que desarrollen la gracia bautismal; a los proyectos educativos de aprendizaje y servicios; y por qué no, a la oportunidad que ofrece hoy el deporte para la asimilación de virtudes humanas en la construcción de la persona.
La segunda línea nos llevará al aula y al docente: al aula como lugar de relación educativa entre el maestro y el discípulo, y como el espacio de la transmisión del saber. En la Escuela Católica el aula es la sede de la razón, el lugar donde aportar la racionalidad de la fe ensanchando la inteligencia. Para ello, necesitamos revisar cada programación con su evaluación educativa insertando la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad de las ciencias como bien nos indica el Papa Francisco. Se trata de ensanchar la razón, y desde este proyecto de ser persona en Cristo, acompañar desde el aula en la construcción de una personalidad creyente, de un hombre capaz de Dios. El docente por tanto es, en cada clase, el mediador axiológico de toda esta acción educativa, y para desarrollarla, los desafíos actuales nos exigen a cada uno, avanzar en este ejercicio de racionalidad, -de alianza de ciencia y fe- en nuestro ser, porque solo desde ahí, podremos transmitirlo en nuestra acción educativa.
Tras una ponencia marco: “Aula y docente: orientados hacia una alianza entre fe y cultura”, las experiencias se están escogiendo en torno a: la renovación de las programaciones de aula como itinerarios académicos que garanticen la calidad educativa de la escuela desde un modelo de razón “abierta” a la trascendencia; y muy oportuno se considera desarrollar la inserción de la “competencia espiritual” para articular el resto de competencias desde una concepción antropológica propia del “humanismo solidario”. La formación del docente con la integración de la formación teológica; el análisis y el rigor crítico de las metodologías y tecnologías; así como la integración de la dimensión social y solidaria; y del espacio y la responsabilidad ecológica como cultura educativa, serán experiencias a buscar, elaborar y seleccionar.
La tercera línea nos lleva a la comunidad educativa que acompaña el proceso: para ello hemos planteado una mesa redonda en la que intervengan especialistas de la familia, de la iniciación cristiana y del acompañamiento personal. Lo hacemos así, respondiendo a la natural exigencia de articular un proyecto común que conlleve a aunar esfuerzos, a compartir experiencias y a dedicar personas, con el fin de coordinar objetivos, acciones y ámbitos entre la familia, la escuela, la parroquia y los movimientos.
El comité científico propuso, desde los primeros pasos, abrir también en el Congreso un capítulo de experiencias sobre sostenibilidad de los centros: hoy los sistemas de gestión se alinean también sensatamente a los fines de nuestros centros educativos, nos ayudan a ordenar las ideas en planes estratégicos y a evaluar el alcance de la acción educativa para avanzar con permanentes mejoras.
Una mesa redonda el último día articulará unas conclusiones que muestren la originalidad de este Congreso: la cualificación de los itinerarios educativos para la construcción de una personalidad creyente y el perfil vocacional del docente como educador con Espíritu.
Aquí situamos la pretensión de este congreso, su originalidad a la luz de la profunda renovación que el Papa Francisco propone a la educación; el Papa nos pide “humanizar la educación”, con ello nos quiere decir: “transformarla, para que cada persona pueda desarrollar sus profundas actitudes y su vocación”.